
MANUEL BELGRANO
"... es lo mejor que tenemos en la América del Sur".
José de San Martín
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano – Abogado, periodista, político, estadista y militar revolucionario.
Fue el primer economista argentino y uno de los intelectuales más lúcidos de la Revolución de Mayo.
Nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770. Era el cuarto hijo de trece hermanos de una acomodada familia porteña.
Su madre, Josefa González Caseros, era criolla, y su padre, Domingo Belgrano y Peri, un comerciante italiano emigrado a Cádiz y luego a América.
Estudió en el
Colegio de San Carlos y luego en España, en las
Universidades de Valladolid y Salamanca. Como espectador de la Revolución Francesa (1789), Manuel Belgrano se vio envuelto en las ideas de libertad e igualdad, por lo que decidió volver a su Patria.
A partir de entonces no dejó de deslumbrar e incomodar, según los casos, a sus contemporáneos.
En 1794 fue nombrado al frente del Consulado, un organismo virreinal que se ocupaba teóricamente de fomentar la actividad económica por estas tierras.
Belgrano, imbuido de las teorías políticas y económicas más avanzadas de su época, intentará por todos los medios diversificar la economía local, esencialmente ganadera, impulsando la industria, la agricultura y el comercio interregional.
Desde ese lugar creó las
escuelas de Dibujo, Matemáticas y Náutica. Colaboró en el
Telégrafo Mercantil, primer periódico del Río de la Plata. Es Belgrano uno de los primeros en ocuparse de la educación de la mujer, buscando dignificarla en todos los sentidos.
Aún así, Belgrano sigue sin ser recordado como se merece.El desprendimiento, el desinterés y la abnegación fueron sus virtudes.Nació rico e invirtió todo su capital económico y humano en la Revolución.Manuel Belgrano fue mucho más que el creador de la Bandera. Pudo escribir párrafos como los que siguen y que mantienen actualidad.
Escribió en La Gaceta el 1º de septiembre de 1813:
"Se han elevado entre los hombres dos clases muy distintas; la una dispone de los frutos de la tierra, la otra es llamada solamente a ayudar por su trabajo la reproducción anual de estos frutos y riquezas o a desplegar su industria para ofrecer a los propietarios comodidades y objetos de lujo en cambio de lo que les sobra. El imperio de la propiedad es el que reduce a la mayor parte de los hombres a lo más estrechamente necesario".En sus Escritos económicos hay notables párrafos dedicados a la educación:
"Los niños miran con fastidio las escuelas, es verdad, pero es porque en ellas no se varía jamás su ocupación; no se trata de otra cosa que de enseñarles a leer y escribir, pero con un tesón de seis o siete horas al día, que hacen a los niños detestable la memoria de la escuela, que a no ser alimentados por la esperanza del domingo, se les haría mucho más aborrecible este funesto teatro de la opresión de su espíritu inquieto y siempre amigo de la verdad."En cuanto a la distribución de la tierra escribía:
"Es de necesidad poner los medios para que puedan entrar al orden de sociedad los que ahora casi se avergüenzan de presentarse a sus conciudadanos por su desnudez y miseria, y ´ésto lo hemos de conseguir si se les dan propiedades que se podría obligar a la venta de los terrenos, que no se cultivan".El 20 de junio de 1820, murió pobre y abandonado, ofreciendo pagar los honorarios a su médico con lo único que le quedaba: un reloj.
Sus restos se encuentran en un mausoleo (1903) en la Iglesia del Rosario, en la esquina de la calle Defensa y Av. Belgrano del barrio Montserrat.
El historiador
Felipe Pigna afirma que “… cierta historia ha querido condenar a Belgrano a ser sólo el "padre de la Bandera", aspecto no menor, para dejar de lado al hombre que pensó un país distinto y mejor para todos. Aún estamos a tiempo de conocerlo y reconocerlo.”
Ha realizado este reportaje imaginario a través de los propios escritos del prócer.
Reportaje a Manuel Belgrano – El hombre que pensó un país justoOtro historiador,
Pacho O Donnell, publicó la serie
"La historia argentina que no nos contaron", narrando aspectos desconocidos hasta hace poco. En uno de los libros,
"El grito sagrado", dedica varios párrafos a revalorizar la figura de Belgrano en base a documentación de la época.
Éstos son algunos de ellos:
LA OSADIA DE BELGRANOCuando Belgrano izó por primera vez la insignia azul y blanca a orillas del río que luego seria llamado Juramento, en conmemoración, fue severamente reprendido por las autoridades porteñas, quienes le ordenaron deshacerse de ella y volver a enarbolar la roja y gualda de la Corona española.
No le fue mejor… ▽ más tarde cuando en camino hacia el Alto Perú, festejando el segundo aniversario de la proclama de Mayo, vuelve a reemplazar el estandarte real por la bandera celeste y blanca, la que hace bendecir por el cura Gorriti y pasear por las calles de Jujuy.
Enarbolada en el Cabildo y saludada por salvas de los cañones, Belgrano hizo formar las tropas ante ella, arengándolas con lo que para muchos fue una verdadera declaración de independencia, alejada de las especulaciones políticas de Buenos Aires:
"El 25 de Mayo será para siempre memorable en los anales de nuestra historia, y vosotros tendréis un motivo más para recordarlo cuando sois testigos, por primera vez, de la bandera nacional en mis manos, que nos distingue de las demás naciones del globo (...) Esta gloria debemos sostenerla de un modo digno con la unión, la constancia y el exacto cumplimiento de nuestras obligaciones hacia Dios (...) Jurad conmigo ejecutarlo así, y en prueba de ello repetid ¡Viva la Patria!”Su comunicación al Triunvirato le es respondida por el inconfundible estilo de Rivadavia.
"E1 gobierno deja a la prudencia de V.S. mismo la reparación de tamaño desorden (la jura de la bandera), pero debe prevenirle que ésta será la última vez que sacrificará hasta tan alto punto los respetos de su autoridad y los intereses de la nación que preside y forma, los que jamás podrán estar en oposición a la uniformidad y orden. V.S. a vuelta de correo dará cuenta exacta de lo que haya hecho en cumplimiento de esta superior resolución."
Buenos Aires privilegiaba el temor a desagradar al embajador Lord Strangford y se sometía a la estrategia inglesa de sostener hipócritas buenas relaciones políticas con España, que excluían inoportunos arrestos independentistas de sus colonias, a cambio de arrancarle las mayores concesiones comerciales.
Furioso y despechado, don Manuel responde el 18 de julio de 1812, sincerándose, que en las dos oportunidades había izado la bandera para
"exigir a V.E. la declaración respectiva en mi deseo de que estas provincias se cuenten como una de las naciones del globo". Pero ya que el gobierno no dictaba la independencia, no le cabía otra conducta que recoger la bandera,
"y la desharé para que no haya ni memoria de ella -escribe con conmovedor despecho-. Si acaso me preguntan responderé que se reserva para el día de una gran victoria y como ésta está muy lejos, todos la habrán olvidado."Razones tenía Belgrano para estar sorprendido puesto que, imbuido de la necesidad de no precipitar la autonomía de España, había elegido para la bandera los colores borbónicos, de la casa del Rey Fernando VII: tres franjas, dos azul celeste exteriores y una blanca interior. Los colores que ya lucían en la Escarapela Nacional de las Provincias del Río de la Plata, creada por decreto del 18 de febrero de 1812.
¿Quién habrá inventado esa historia de don Manuel elevando su mirada e inspirándose en el cielo y las nubes?
La bandera celeste y blanca se izó en la fortaleza de Buenos Aires sólo tres años más tarde, luego de la caída de Alvear a raíz de su fracasada intentona de defenestrar a San Martín como Gobernador de Mendoza, sustituyéndolo por el coronel Perdriel.
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"CARGUE CON ESA CRUZ"El Triunvirato designa a San Martín el 3 de diciembre de 1813 como 2° Comandante del Ejército del Norte, aunque es evidente que sus instrucciones son las de relevar a Belgrano.
La noticia de la derrota de Ayohúma pocos días después de la de Vilcapugio, había provocado gran consternación en Buenos Aires. Se decidió entonces que el mando de lo que quedaba de dichas tropas debía ser asumido por un militar de experiencia.
San Martín, con su habitual delicadeza y por su respeto hacia Belgrano, insistió y obtuvo un decreto que suavizara las cosas.
Esta actitud continuó… ▽ en Yatasto cuando
don José se presentó ante don Manuel en calidad de subordinado haciendo que sus tropas compuestas por 700 infantes, 250 granaderos a caballo y 100 artilleros rindieran honores a Belgrano como su Comandante.“Crea que nos compromete mucho la conservación de Belgrano", le escribió Rodríguez Peña el 27 de diciembre urgiéndolo a hacerse cargo de las tropas. También Gervasio Posadas lo instaba el 10 de enero a que "cargue con esa Cruz".
Por fin don José obedece y escribe:
"Me encargo de un ejército que ha apurado sus sacrificios en el espacio de cuatro años, que ha perdido su fuerza física y apenas conserva la moral".Fue para levantar el espíritu alicaído del ejército del Norte, que la primera medida del nuevo Jefe fue una necesaria malversación. Echó mano a 36.000 pesos en plata y oro que habían sido saqueados por Belgrano de los tesoros potosinos y ya ingresados a la Tesorería General y con ellos, saltándose todo procedimiento administrativo, pagó servicios y salarios muy atrasados.
"Tengo a mi frente los tristes fragmentos de un ejército derrotado -respondió San Martín cuando desde Buenos Aires se le pidieron explicaciones-, un hospital sin medicinas, sin instrumentos, sin ropas, que presenta el espectáculo de hombres tirados por el suelo que no pueden ser atendidos del modo que reclama la humanidad y sus propios méritos. Además, mil clamores por sueldos devengados.”Entre severo y complaciente le escribiría Posadas el 10 de marzo: “Si con el obedecimiento se exponía Usted a quedar en apuros, con el no cumplimiento he quedado yo aquí como un cochino”.
Don José hizo retroceder sus derrengadas tropas hasta Tucumán, donde erigió un fortificado cuartel general al que se denominó “La Ciudadela”. Allí se propuso instruir a las inexpertas tropas e infundirles ánimo; también disciplinarlos y adiestrar a los oficiales mientras esperaba los refuerzos que con tanta insistencia había solicitado a Buenos Aires. A los cursos en los que él enseñaba los rudimentos de la táctica y estrategia militar también concurría Belgrano, ahora reducido a jefe de regimiento.
Cierta vez, San Martín enseñaba las voces de mando a Belgrano, personalidad suave e introvertida, las repetía con voz demasiado débil. Dorrego, haciendo gala de virilidad, se mofó de don Manuel ridiculizando su voz y sus maneras, Don José, furioso, golpeó la gruesa tabla de la mesa con un pesado candelabro de bronce y amonestó con severidad a Dorrego, confinándolo arrestado en Santiago del Estero. Esto a pesar del gran afecto y respeto que sentía San Martín por quien muy pronto sería su jefe de vanguardia.
Es que con tropas como ésas, San Martín sabía que no podía permitirse flaquezas en la disciplina. Fue severo también con Lamadrid, quien se explayó en algunas observaciones y comentarios luego de que San Martín le ordenase presentarse con un piquete de 25 hombres con el fin de poner a prueba sus condiciones. Lamadrid continuaba hablando cuando San Martín extrajo su reloj de un bolsillo y dijo, secamente: “Han pasado dos minutos desde que di la orden y usted todavía no ha obedecido”.
Las tropas de Buenos Aires que San Martín esperaba en “La Ciudadela” nunca llegarían. Es que su archienemigo masónico Carlos María de Alvear dominaba la política porteña. El mismo que cuando el futuro Libertador abandonaba Buenos Aires al frente de sus tropas comentó, en presencia de Monteagudo: “Ya cayó el hombre...”
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LA GUERRA ES SIEMPRE SALVAJELos desatinos cometidos por Castelli y Monteagudo al mando del primer "ejército auxiliar" obligaron al jefe del segundo, Manuel Belgrano, a comportarse de manera de borrar el rencor y la decepción de los ciudadanos del Norte argentino y del Alto Perú.
Luego del triunfo de Salta, no obstante poder exigirle que se rindiera a discreción, Belgrano,
"despedazado el corazón al ver derramarse tanta sangre americana" (como é1 mismo escribiese), aceptó que el jefe enemigo, mariscal Pío Tristán, capitulase con honra: los vencidos saldrían con los honores de guerra, a tambor batiente, rendirían sus armas y se comprometerían bajo juramento a no tomar en adelante parte en la lucha.
Debe tenerse en cuenta... ▽ que Belgrano, al proceder así, esperaba ganárselos pues casi todos eran americanos.
El juramento de los vencidos fue desestimado luego por el general Goyeneche, quien los hizo relevar de su obligación por el arzobispo de Charcas. No obstante, la mayoría, entre ellos Tristán, quien se retiraría a su casa en Arequipa, lo cumplió al pie de la letra; no sólo no empuñaron más las armas, sino que muchos fueron propagandistas de la revolución.
Tanta magnanimidad disgustó en Buenos Aires; Belgrano no hizo caso:
"No busco glorias sino la unión de los americanos", escribe a Chiclana, a quien había hecho gobernador de Salta.
Esta conducta de Belgrano solo varió ante la crueldad de las circunstancias. Es así que entre los once prisioneros de la corajuda acción de "Tambo Nuevo" había dos de quienes luego de la batalla de Salta habían jurado no volver a empuñar las armas en contra de los ejércitos revolucionarios. Fue así que don Manuel ordenó su ejecución
"por perjuros e ingratos a la generosidad con que fueron tratados en Salta". CERRAR LO ABIERTO △
¿QUIÉN COSIÓ NUESTRA PRIMERA BANDERA?Si en los libros escolares se recuerda a Mariquita Sánchez de Thompson porque en su casa se ejecutó el Himno Nacional por primera vez, ¿por qué se ha olvidado a María Catalina Echevarría de Vidal, quien a pedido de Belgrano cosió nuestra primera insignia patria en el pueblo de "Capilla del Rosario del Pago de los Arroyos", hoy Rosario?
LA ADMIRACIÓN DE SAN MARTÍN"Es lo mejor que tenemos en la Patria”, escribió al gobierno de Buenos Aires un San Martín indignado, luego de recibir órdenes para que se reportase para ser juzgado por la derrota de Ayohúma. Porque don José siempre tuvo una gran estima por Belgrano.
Por quien, hallándose... ▽ en su campamento de Santa Rosa, recibió un chasque que le anunciaba que la junta de Mayo lo había elevado al rango de Brigadier, grado recientemente creado.
“Esto me puso en la mayor consternación, así porque nunca pensé en trabajar por interés en distinciones, como porque preví la multitud de enemigos que debía acarrearme, así que contesté a mis amigos que sentía más el titulo de Brigadier, que si me hubieran dado una puñalada", fue la reacción de don Manuel.
Es que la Junta había otorgado las tres primeras jerarquías a integrantes de la misma.
Belgrano detestaba la inmoralidad.También tenía sentido del humor: cierta vez el general realista Pío Tristán, arrogante, cuando aún no había sido vapuleado en la batalla de Tucumán, le envió una misiva que cerraba debajo de su firma con grandes letras: "Campamento del Ejército Grande, Septiembre 15 de 1812". El jefe del ejército patriota le respondió, mordaz, poniendo debajo de su firma: "Cuartel General del Ejército Chico, Septiembre 17 de 1812".
Tanto mérito y tanta virtud no bastaron para ganarle el reconocimiento de sus contemporáneos. Todo lo contrario. Desde Tucumán, enfermo ya de muerte, donde sólo recibió "escarnio e ingratitud" como él mismo lo pusiese en una carta a su amigo Redead, emprendió una fatigosa marcha hacia Buenos Aires en busca de algún apoyo que le permitiera sobrellevar la miseria en que transcurrieron sus últimos años.
A pesar de la gruesa suma que el Estado le adeudaba por sus sueldos impagos.Eran aquellas épocas de turbulentos enfrentamientos fraticidas, a los que el vencedor de Salta y Tucumán no pudo permanecer ajeno, cuando era más difícil que nunca diferenciar lo noble de lo abyecto, el patriotismo de la ambición.
Quien había donado los veinte mil pesos que le correspondieron por su comandancia del Ejército del Norte, para la construcción de cuatro escuelas en zonas pobres de nuestro norte, debió conformarse con los avaros trescientos pesos que el gobernador de Buenos Aires, Ildefonso Ramos Mejía, le hiciera llegar a través de uno de sus edecanes.
Don Manuel le agradeció con asombrosa magnanimidad:
"Doy a V.S. las gracias, bien persuadido de que el estado de las rentas no le permite usar de la generosidad que me manifiesta, sin que merezca tanto favor".Luego vendría la muerte, en soledad y olvido, tanto que un solo periódico de Buenos Aires, El Despertador Filantrópico, se hizo eco de la misma, y mezquinamente.
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LOS DIENTES DEL PRÓCERPero no terminaron allí las afrentas. Ochenta y tres años después podía leerse en el matutino La Prensa a raíz de la exhumación de sus restos para ser trasladados al mausoleo donde hoy yacen, en la iglesia de Santo Domingo:
"Llama la atención que el escribano del Gobierno de la Nación no haya precisado en este documento los huesos que fueron encontrados en el sepulcro; pero no es ésta la mayor irregularidad que he podido observar en este acto. Entre los restos del glorioso Be1grano que no habían sido transformados en polvo por la acción del tiempo, se encontraron varios dientes en buen estado de conservación y ¡admírese el público! ¡esos despojos sagrados se los repartieron buena, criollamente, el ministro del Interior y el ministro de Guerra! (...) Que devuelvan esos dientes al
patriota que menos comió en su gloriosa vida con los dineros de la Nación y que el escribano labre un acta con el detalle que todos deseamos y que debe tener todo documento histórico..."
El escándalo fue tal que los susodichos ministros, el doctor Joaquín V. González y el coronel Ricchieri, tuvieron que devolver los dientes del prócer.