Avanti - ¡Piu Avanti! - Almafuerte

AVANTI

Si te caes diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.

Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus, avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas
se formaron los santos y las santas.

Obsesión casi asnal para ser fuerte,
nada más necesita la criatura,
y en cualquier infeliz se me figura
que se mellan los garfios de la suerte.

¡Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de su muerte!

¡PIU AVANTI!

No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo
y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido,
que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo;
no la cobarde intrepidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora,
o como Lucifer, que nunca reza,
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora.

¡Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!

Almafuerte - Pedro B. Palacios  ▽

Más conocido por su seudónimo, "Almafuerte", Pedro Bonifacio Palacios es un poeta argentino que nació en San Justo (Buenos Aires), el 13 de mayo de 1854 y falleció en 1917 en la ciudad de La Plata.

Su familia era muy humilde, por lo que solo alcanzó a completar sus estudios primarios.

Amante de la pintura. Fue ayudante en la escuela donde había cursado sus estudios elementales, profesor de dibujo y declamación en Balbanera, fundador junto a algunos amigos de un club político...

Ejerció como maestro y director de escuelas durante la presidencia de Sarmiento a pesar de no tener título habilitante, lo que le costó a la larga su puesto. A causa de sus artículos y poemas, siempre combativos, los que provocaban apasionados ataques y defensas, llegó a ser dejado cesante en una escuela.

A pesar de estos inconvenientes gozaba de gran reputación gracias a sus textos publicados en los diarios. Trabajó para el diario el "Pueblo". También fue bibliotecario y Traductor de la Dirección General de Estadísticas de la misma Provincia. No quiso aceptar ningún empleo público, ya que él mismo criticaba duramente a quienes vivían a expensas de los impuestos de la gente.
Muy venerado por la juventud.

Su civismo se vigoriza desde los días iniciales de la Unión Cívica, le apasiona la revolución del '90, en 1904 apoya a Marco Avellaneda.
A fines de ese año, cuando Quintana asume la presidencia, renuncia a su puesto de cartero en la Capital Federal y se instala en La Plata. Allí continúan sus miserias, amarguras, protestas y rebeldías. En la misma ciudad publica su libro de poemas Lamentaciones (1906) y proyecta sus obras completas. En 1913 ofrece en el Teatro Odeón de Buenos Aires un ciclo de lecturas de sus Poemas y Evangélicas, que extiende luego a otras ciudades y pueblos.

Sus composiciones, que reciben el nombre de milongas, son de un tono predicativo. Evangélicas (1915), fue la obra más representativa de su estilo. Sus principales obras: Lamentaciones (1906), Poesías (1917), Nuevas Poesías (1918), Milongas clásicas, Sonetos medicinales y Dios te salve. Discursos (1919). Todas publicadas luego de su muerte en Buenos Aires.

El Congreso Nacional le acuerda en septiembre de 1916 una pensión vitalicia de 200 pesos mensuales, que no llegará a cobrar, pues muere en La Plata el 28 de febrero de 1917 en medio de la pobreza extrema. Su trágica existencia templó un espíritu luchador.

Su estilo poético, personal y extremadamente vigoroso, reflejando en cada obra, tumultuosa, apasionada, viril y rebelde, deja entrever un alma virtuosa e inquieta. Por su muy original estilo es difícil incluirlo en una corriente literaria determinada.

Su ética marcó a varias generaciones de autores y lectores sin perder nunca actualidad, de tono admonitorio y profético, de inspiración bíblica, con su remarcada vertiente social y humana le valieron los más altos elogios que haya recibido poeta alguno sobre estas tierras.
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